Causa Montiveros sin fecha

H.I.J.O.S. Córdoba

El Diario del Juicio

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Causa Videla

Claves del día

Día 4 11/12/2018 audiencia 5

 
 Martes 11 de diciembre.

 
5ta audiencia.
La fila para entrar a la sala se va nutriendo de familiares, militantes, periodistas y gente interesada en presenciar la audiencia desde la sala. Cerca de las 10 30 habilitan el ingreso y comienza la audiencia.
El primer testigo es Raúl Hugo Bengolea. Cuenta que vive en barrio Güemes, en la Ciudad de Córdoba. Comienza su testimonio explicando que no escuchó ni presenció el evento por el que se lo llama a declarar sino que lo que ya declaró en la justicia, lo hizo en base a comentarios de vecinos.
Narra que “había unos chicos que vivían en la calle Brasil, hubo un operativo policial o militar, y hubo una explosión en esa casa. Murió un chico y otro cayó muerto en la calle Perú. Todo esto, repito, me enteré por versiones de vecinos”.
Interrogado por el fiscal Hairabedian sobre si conocía a unos vecinos de apellido Biondo, el testigo responde que sí, pero que no recuerda si había dicho algo de lo que había pasado ese día. 
Luego, le recuerdan al testigo que la última vez que declaró, marcó lugares en un croquis o plano. El testigo afirma y se le acerca un plano donde, ante la mirada de todas las partes y el tribunal, Bengolea marca el lugar donde se ubicaba la casa y donde fue encontrado el cuerpo del “chico” que escapó de la casa por los techos. Más adelante en la declaración, el testigo recuerda que ese chico escapó por la casa de los Biondo y que estos pedían que la policía no disparara, que no mataran a los chicos, que el chico que salió por la casa de ellos, se iba a entregar.
Con respecto a la explosión en la casa, Bengolea cuenta que “dijeron que había explotado una garrafa”. Cada vez que narra algún hecho, el testigo recuerda que todo lo que cuenta lo sabe por “versiones de vecinos”.
 
El pedido de los vecinos
La querella le recuerda al testigo que la familia Biondo salió a decirle a la policía que no dispare, que los chicos se iban a entregar. El testigo lo recuerda y explica que “el chico cae sobre la vereda del frente” y que “en la actualidad hay un impacto de bala en la casa del frente, a unos 30 metros de donde cayó el chico”.
Volviendo sobre este tema, Claudio Orosz le pregunta si recuerda qué pasó cuando llegó la policía. El testigo cuenta que “empezaron a los tiros y los chicos se dispersaron, salieron por los techos sobre el pasaje 11”.
Preguntado sobre las características de la casa en la que vivían las víctimas, el testigo no recuerda pero si se acuerda de que “los chicos vivían al lado de la casa Mari Caridi”.
Sobre los rastros que dejó el chico muerto en la calle, el testigo recuerda que “en la vereda de la calle Perú donde cayó muerto el chico se encontraron dientes, y cuando yo pasé a la noche vi restos de sangre y cabellos”
La querella pregunta:
-          ¿Cuántos metros había de la casa de los Biondo hasta donde cayó muerto?
-          100 metros
-          ¿Personal policial lo entrevistó sobre el suceso?
-          Si, dos muchachos jóvenes. A la señora Caridi también. Pero no quiso decir nada.
 
El fiscal repregunta:
-          ¿Usted después habló con la señora Caridi? ¿Ella le dijo por qué no quería declarar?
-          Para no tener problemas.
 
El fiscal Hairabedian pide que se cite a declarar a la señora Mari Caridi, ya que el testigo dijo que no quería hablar para no tener problemas.
El tribunal acepta y va a llamar a la señora Caridi para el 18 de diciembre. Día en el que además se va a realizar una inspección ocular en el domicilio de Brasil 659.
 
Testigo número 2. Daniel Eduardo Villar.
El testigo vivía en el centro de Alta Gracia, en la provincia de Córdoba. Allí conocía a Pavòn Quiroga. “Lo conocí como artesano. Tenía su lugar para vender cerca del tajamar y de la municipalidad. Era grandote, el cabello largo Los padres eran gente mayor, vivían sobre la avenida, en un chalecito muy chiquito.”
Preguntado por el fiscal sobre si conocía policías de Alta Gracia, el testigo responde que su hermana era policía. Luego, el fiscal pregunta si conocía algún policía al que llamaran “el japonés. El testigo responde que no.
Daniel Villar fue detenido el 3 de mayo de 1976 en la Ciudad de Córdoba. Cuenta que estuvo en el policlínico policial y luego en el d2 (Departamento de Informaciones de la Policía de Córdoba).
Sobre cómo relaciona esa detención con la desaparición de Hugo Pavòn, el testigo relata: “Sale un artículo en el diario local de Alta Gracia, respecto de este juicio. Ahí sí relaciono que en el momento de mi detención, Pavón ya estaba en el cabildo y fue torturado antes que yo. Lo reconozco a pesar de que estaba vendado y golpeado. Había una suerte de gancho en el techo, en un pasadizo, y allí es cuando es interrogado. Dice que es artesano y de Alta Gracia. Nos vamos dando los nombres de las personas que estamos en esa habitación. Reconozco su voz y su nombre de Alta Gracia. Intento levantar la vista para corroborarlo, pero me fue imposible”.
Villar cuenta que Pavòn se encontraba muy golpeado. Cuenta que estaban en un lugar donde había dos bancos de piedra y que “habría 10 o 12 personas más. Él (Pavón) estaba colgado de un gancho en el techo”.
El testigo fue contando que, producto de las torturas en los interrogatorios, Pavòn estaba muy mal físicamente.
El fiscal le pide que cuente el testigo sobre qué cosas le preguntaban a Pavón? El testigo responde que sobre su novia, pero que Pavón nunca llegó a contestar por su mal estado de salud.
Villar cuenta que “había una persona puntual que se encargó de hostigarnos. Era una persona que se vestía de zapatos de gamuza marrón y un vaquero. Cuando salí lo busqué. Me doy con una persona de físico delgado, rubia. Era Julio Antùn”. Además cuentan que los torturadores tenían apodos de jerarcas nazis.
Con respecto a la tortura, el testigo cuenta que durante la semana que estuvo detenido, perdió la noción del tiempo.
El juez Díaz Gavier le pregunta si sabe por qué los detuvieron.
El testigo narra: “Fuimos detenidos en la terminal de ómnibus. Mi compañero venía a su clase de medicina. Yo a la facultad de derecho. A él le habían exigido que lea un libro que se llamaba el personalismo. Una persona de civil ve el libro, el tipo se acerca, pide el libro, pide apoyo policial. Y ahí nos detienen y nos llevan a la dependencia policial. Nos trasladan con la colaboración de gente del comando radio eléctrico. A punta de pistola con las manos atrás. Nos decían escapate hijo de puta que te matamos. Para la gente de la terminal parecía que éramos invisibles”
 El testigo es preguntado sobre si conoce qué pasó con Pavón: “El día 3 fue horrible pero el día 4 fue más sanguinario. Escuchamos un impacto de bala muy cerca de donde estábamos. Imagínese, en la noche, vendados... todavía me retumba. Escuché a gente decir “pierde como un lechero”, y sacan a una persona de ahí en andas porque estaba herido. Yo nunca más lo vi a Pavón, ni supe nada de esta persona herida”
Por último, el testigo recordó a una persona: Diana Fidelman. “La tortura era horrible, lo peor que te puede pasar es escuchar la tortura a una mujer”.
Por último, la querella pregunta sobre quién era el personal que lo llevó de la terminal a la dependencia policial primera de Alta Gracia. El testigo responde: “Colaboró el comando radioeléctrico. Pero cuando nos trasladan de la terminal teníamos solamente a una persona de civil, la que nos había detenido. En el camino de la primera al policlínico nos hicieron un simulacro de fusilamiento, y nos orinaron. Eran policías de la primera”.
 
Testigo 3. Desde San Luis. Ramona Ángela Sánchez.
La testigo estaba recién llegada desde Brasil, con su novio brasilero. Los dos estuvieron con “Huguito” en el d2. A lo largo de su testimonio, Sánchez hará hincapié en la saña que tenían los torturados hacia Hugo: “Le pegaron mucho, lo torturaron mucho”. Cuenta además que “él no militaba en ningún lado. Era un chico de 20 años, artesano, hijo de madre viuda”.
Sobre la tortura cuenta que sabe que estuvo 20 días en el d2 pero que “no había días ni noches, se perdía la noción del tiempo. Esto es una tortura sistemática, después me enteré que en Brasil hacían lo mismo”. Además agrega: “Cuando me ofrecieron bañarme no quería porque sabía lo que iba a pasar. Finalmente me llevaron y me bajaron la venda. Vi un hombre rubio y alto, que me hacía acordar a un tanguero. Lo llamaban oficial.”
Sobre los torturadores, recuerda que “había dos mujeres torturadoras que torturaban y se reían, se divertían”
Recuerda un nombre de un detenido: Juan, al que cree que le rompieron el esternón de un culatazo. Sobre Juan, cuenta que era mendocino, y que le dijo: “si yo salgo primero, busco a tu mamá. Si vos salís primera, busca a mi papá”.
 
Sobre su salida del d2, Ramona Sánchez relata: “Cuando me sacaron la esposa, me sacaron la venda, fui corriendo hacia Huguito, me retaron porque en vez de irme fui hacia él. Yo lo necesitaba. Él me dijo que busque a su mamá, que no aguantaba más eso. Creo dos días después murió, tenía costillas y esternón rotos.”
Para describir a “Huguito”, la testigo dijo: “No pasaba del metro 70, era más bien gordito, rellenito. La mamá lo alimentaba bien, era hijo adoptado, era único hijo. Mirada clara, no hablaba, estaba en otro mundo, era artesano. Con Carlos Alberto (brasilero) lo ayudamos en su puesto de artesanías en el tajamar. Decía no tener novia, tenía 20 años. Con mirada apacible y vida apacible”.
Ramona Ángela Sánchez, cuenta alguna de las secuelas que le dejó en su vida el terror que tuvo que sufrir y el intento de violación al que fue sometida en el d2: “Me sentí culpable por estar viva y Huguito no. Está todo alborotado, uno no recuerda nombres. Es muy difícil. No sé quien fue el que me intentó violar. Hoy veo toda gente vieja. Lo único que recuerdo es que se movía como un gato”
Por último, la querella pregunta:
-          ¿Recuerda quién era uno de los que les hacía hacer movimiento vivos?
-          Llegaba de noche y cuando gritaba tenía olor a alcohol. Decía “me hicieron transpirar y ahora me voy a tener que bañar”. Gritaba hasta cansarse.
-          ¿A qué fuerza pertenecía, recuerda?
-          Había dos o tres que supuestamente eran superiores. Este era uno.
 
Claudio Orosz pide ayudar a la testigo a recordar: “Usted declaró en el 2011 que “daban la orden de torre humana, todos venían corriendo y se caían sobre uno. Todos transpirados volvíamos a la celda. Uno estaba borracho y decía que lo teníamos que bañar, era policía federal”.
La testigo responde: “Lo confirmo y nuevamente lo digo. Por los zapatos. Eran negros. Los que eran jefes no tenían uniformes, los subalternos sí. Este hombre venía de noche y tenía zapatos negros, y el pantalón también oscuro.
Pedido de la querella
A raíz del testimonio de villar y la testigo de recién sobre el policía federal, atento a que surgió el nombre de Julio Antùn, voy a pedir que una vez que se tenga la versión taquigráfica de hoy, se eleve pedido a la fiscalía y si corresponde iniciar acción penal.
Hairabedian pide que el pedido de la querella pase a la fiscalía de instrucción.
El tribunal hace lugar al pedido.
 
Testigo 4. Desde Tenerife. Roberto Mario Tallei.
Preguntado por el fiscal sobre las circunstancias de su detención, el testigo narra: “Yo vivía en Santa Fe esquina Colón, a las 2 de la mañana me golpean la puerta. En eso entró una persona vestida de militar con policías con armas cortas. Entraron al departamento. Me preguntaron cómo me llamaba. Mientras revisaban y requisaban todo. Mientras tanto me hacían preguntas, si pertenecía a algún partido político, si era dirigente gremial. Yo le dije que no. Yo era vendedor en una empresa distribuidora de alimentos. Al rato me aparecieron con una revista y libros del pc que ellos mismos habían traído y lo pusieron encima de mi cama. Les dije que no era mío, que lo habían traído ellos. Me detuvieron, me esposaron, me condujeron por la escalera y antes de salir a la calle me vendaron. Me subieron a un vehículo, parece un coche chico, en el asiento trasero. Y me llevaron al Comando Radioeléctrico. Me hicieron bajar y me condujeron a una sala donde había otros detenidos sentados en el suelo. Pude ver por el rabillo del ojo. No nos daban de comer, agua ni nada. A la noche aparecía, pareciera ser, un personal militar. Yo alcanzaba a ver las botas y la parte de abajo del pantalón.
Nos hacían hacer salto de ranas, flexiones. Yo lo hacía, como había hecho el servicio militar, estaba acostumbrado.
Después nos ponían a todos contra la pared, con las manos esposadas en la espalda. Me golpearon fuertemente con el puño en la zona de los riñones. Me dolió. Después sentí el quejido de los que estaban al lado mío.
Dormíamos sentados. No nos podíamos acostar.                                    
Al día siguiente, cuando se hizo la noche, yo sentí dos disparos. No en ese lugar pero cerca. Dos disparos de pistola, una detonación fuerte. Y después apareció, una hora después, un militar que dijo “pórtense bien, porque acá ha habido dos personas que se han querido escapar, y tuvimos que actuar”. No sé a quién mataron esa noche. Eso es lo que recuerdo. Estuve dos o tres días más, no me acuerdo exactamente cuántos. Creo que fueron algo así como 5 días.
Salí con toda la ropa sucia, mareado, con hambre, con las manos doloridas y los pies hinchados. Me fui caminado hasta mi casa.
Eso es todo lo que recuerdo.”
 El fiscal Hairabedian pide algunas precisiones sobre el lugar a donde fue llevado. El testigo responde: “Está cerca de la plaza San Martín. No fui trasladado a ningún lugar. Ahí mismo salí en libertad. Estuve todos los días en el mismo sitio. Esposado y sentado”
El fiscal pregunta:
-          ¿Le preguntaron o interrogaron algo?
-          Me preguntaron si tenía filiación partidaria, qué leía, qué películas miraba.
El fiscal vuelve a preguntar, ahora sobre quiénes estaban y llevaban a cabo el momento del allanamiento y la detención:
-          Era un militar joven, era teniente, delgado, 1,75, con bigotes. Los otros tres que portaban metralletas cortas eran policías. El militar estaba uniformado. Yo en esa época tenía 32 años, hace 12 años había hecho el servicio militar.
En el allanamiento  el que dirigía era el militar. Los policías estaban uniformados. Eran uniformes azules. Me vendaron antes de subir al vehículo, pero yo creo que era un vehículo policial. El coche era oscuro, negro o azul. Iba sentado en el asiento trasero, con un policía al lado.
Testigo 5. Desde Mar del Plata. Raúl Cerezo.
El testigo era vecino de Hugo Pavón. Dice que Pavón tenía un primo que era militar pero que “no tiene certeza, es un comentario que se hacía”.
 
Comenta que en aquél momento muchas cosas se callaban por miedo, por el “no te metas”.
 
Narra que el día que secuestran a Pavón, también se llevan a una persona de 28 años aproximadamente, que vivía en una casita atrás de la de Pavón.
 
El juez Falcucci le pregunta al testigo si conocía alguna militancia política de Pavón.
El testigo cuenta que Pavón no tenía militancia, que nunca lo escuchó hacer ningún comentario sobre política ni nada por el estilo.
Además, Cerezo cuenta que “se comentaba que Hugo cae por una novia de San Francisco”. El testigo agrega que no tenía mayor conocimiento de la relación entre ellos.
 
Testigo 6. Isaac Garay.
 
El fiscal Hairabedian le pide al testigo que relate lo que le pasó a él y a su hermano cuando fueron privados de su libertad en 1976.
 
“Yo ya militaba en una organización y ya había estado detenido otras veces. Ese día, en la terminal de ómnibus, presentí que podía ser detenido de nuevo.
Cuando llego a casa me entero que habían detenido a mi hermano. Le pregunté a mi madre si lo habían golpeado. Simplemente se lo llevaron y revolvieron todo. En ese momento pasa un Torino, un patrullero, retrocede y se estaciona a 10 metros de donde estaba. Pregunta por mi nombre y me lleva. Sin violencia, sin nada.
Cuando subo al auto, ahí me empiezan a pisotear a en suelo. Me llevan a la d2. Creo que escucho “ahí viene el judío”. Me empiezan a pegar y a preguntar por el PC. Me llevan al tranvía. Y ahí estuve dos semanas más o menos.
 
El fiscal pregunta sobre sus condiciones de detención.
“Estuve esposado y encapuchado, había varias personas. Creo que nunca estuvimos juntos, uno al lado del otro, con mi hermano. El trato que recibí no fue nada agradable, muchos golpes, mucha violencia verbal. Lo que más me atormentó era escuchar los gritos de otros detenidos. Que eran tratados con violencia desmedida, como si fuéramos menos que un animal. Muchos secuestrados después de ser torturados volvían al tranvía y volvían mal. Con algunos podía hablar un poco cuando fuimos al baño”
El testigo recuerda a Fidelman y también a Irazusta.
Siguiendo con su relato, Garay cuenta: “También fui trasladado a la Alcaidía. Estábamos en un calabozo a la noche y de día nos dejaban ir al patio. Sin vendar y sin esposar. Tenía acceso al baño y visita de familiares. En el tranvía no tenía acceso a la alimentación, se la comían ellos. Nosotros pasamos días enteros sin comer ni ir al baño”
El juez Falcucci le pregunta qué sabe de lo que le pasó a su hermano. Isaac Garay cuenta que nunca pudieron hablar de eso.
Por último, el testigo cuenta que luego estuvo preso en la cárcel de San Martín y que salió en libertad el 16 de julio de 1978.
Testigo 7. Roberto Esteso. Desde el Consejo de la Magistratura.
El testigo comienza contando que era abogado, pero que luego de los sucesos por los que va a declarar, dejó de ejercer.
El fiscal le pide que relate como fue que lo privaron de su libertad en 1976
“Era la noche del 29 para el 30 de abril de 1976. Yo vivía con mi esposa de ese momento, Elsa Beatriz Gil, y un hijo de 40 días. Después de escuchar golpes fuertes en la puerta, me asomé a la puerta principal y fui encañonado por una persona, con gritos. Me obligaron a abrir la puerta. Me arrojaron al piso, me maniataron, me cubrieron la cabeza con una capucha. Y desde ahí solo escuché movimientos y diálogos, pero no vi más nada. Intuyo que eran 5 o 6 personas. Pasaron a la habitación mía y de mi mujer. También con insultos, y golpes. Después fueron a la habitación de mi pequeño hijo. Permanecieron un tiempo en la casa, media hora aprox. En algún momento me sacaron a mí y me pusieron en la parte de atrás de un auto, en el piso. Intuyo que había otro auto, por los ruido. Y fui trasladado por 20, 25 minutos. Después, reconstruyendo, me di cuenta que me habían llevado al Cabildo. Fui trasladado, siempre con violencia, al interior de este lugar, donde rápidamente me empezaron a interrogar sobre lo mismo que me preguntaban en mi casa. Buscaban a una persona llamada Tato Olmos u Olmedo. No recuerdo”
Luego, ya detenido ilegalmente, el testigo narra que “Me preguntaban dónde estaba, qué hacía. Después de interrogatorios, de insultos, golpes. Me hacen saber que encontraron en una casa cerca de la plaza Colón un croquis con la ubicación de mi casa, que era en el pasaje república. Ese croquis lo habían encontrado en la casa de unos “guerrilleros” según el lenguaje de ellos.
En esa casa vivía una compañera mía de la facultad, y el 22 de noviembre yo la había ido a invitar a mi cumpleaños, un asado en mi casa. Como quería ir con una persona que vivía con ella y no iba a saber llegar, le hago un plano para que pueda llegar. Le pongo que mi casa tenía un frente con ladrillos rojos.
Yo intentaba explicarle esto a los que me tenían en el cabildo. Me empezaron a preguntar por qué estas personas tenían mi casa marcada.
Yo tenía alguna vinculación a temas vinculados con lo laboral, con lo sindical. Esto no les interesaba, buscaban a esta persona apodada Tato.
En un momento me dejan solo con una persona en una oficina. El interrogatorio tenía que ver con mis ideas. Buscaba generar un clima de confianza para saber por qué me buscaban las personas que tenían un croquis de mi casa.
Después de eso me sacan y me llevan a un lugar donde había dos bancos de cemento.
Siempre mantuve una actitud de defensa de mis derechos como ciudadanos.
Me trataban de un modo despectivo. Me decían “el doctor quiere agua” o cosas así.
En un momento me traen ropa, zapatos. Por lo tanto supe que mi esposa estaba al tanto de mi situación. Eso me fortaleció anímicamente para pelear por mis derechos. Después escuche que ellos se disputaban mis zapatos, un reloj y un porta casetes”
Por último, el testigo cuenta que “La persona con la que estuve cara a cara en la oficina me dice que voy a salir. Me trasladan hacia el sector de oficinas. En la puerta de ese lugar me hacen un simulacro de fusilamiento. Después me llevan a una oficina, me puse firme de que no me iba si no había una constancia de mi libertad. El primero de mayo era. Me terminan dando una certificación diciendo que había estado por averiguación de antecedentes. Me amenazaban diciéndome que si volvían a ver ese papel no la iba a contar.
Volví a mi casa donde estaba toda mi familia y un vecino que me acompañó también en esa situación.
Luego hago una denuncia porque me doy cuenta que se llevaron los documentos de mi hijo y de mi esposa. Una denuncia por extravío de documentos. Con esa denuncia paso por el colegio de abogados. Me hacen una copia de mi credencial de abogado. Y con esa denuncia y esa copia decidí irme de Córdoba. Luego conseguí el pasaporte y el día 2 de septiembre me fui a México. Conseguí un trabajo.
En febrero del 84 regresé a la Argentina y el 1 de mayo salí en libertad.
Mi esposa presentó un habeas corpus, lo presentó el 30 de abril con el patrocinio de María Elena Mercado. Nunca tuve respuesta sobre esto.
Me invadió un tiempo largo una sensación de temor. Terminando la década del 70 fui entendiendo que era una situación general. En ese momento pensé que era una situación puntual y única. Después fui entendiendo lo que conocemos ahora como Terrorismo de Estado”
 
 
 
Luego de 42 años de los hechos, estos juicios siguen demostrando lo valioso que son para la sociedad en su conjunto, víctima del Terrorismo de Estado.
Hoy en el juicio fue nombrado Julio Antún, una persona que ya había sido vista por otras personas en el d2, pero que esta vez es nombrada claramente en una audiencia.
La memoria se construye todos los días y es el único camino hacia la justicia
 

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